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Gissela sugiere a sus compañeras: "Peleen por una nueva vida y no una calle"

  • Mishell Carolina Silva Vásquez
  • 1 dic 2016
  • 4 Min. de lectura

El Centro Histórico de Quito reúne en sus calles un centenar de trabajadoras sexuales, distribuidas por zonas y plazas. La realidad de estas mujeres es una constante lucha sobre la inclusión de ellas en la sociedad, sin discriminación por sus actividades laborales y con mejoras en sus instalaciones de trabajo que resguarden su integridad.


En la Plaza del Teatro se encuentran la Asociación de Trabajadoras Sexuales 1º de Mayo, su oficina es el Hotel “ La Cascada”, ubicado en las calles Esmeraldas y Vargas.


Para ingresar a esta casa de infraestructura colonial, se debe empujar una puerta de madera maltratada, su pasillo oscuro permite visualizar el patio central que está recuerbierto de espejos en todos sus extremos.




Para Verónica Loachamín, administradora de este hotel, menciona: “ En realidad esto no es un hotel, es un motel porque es de paso; las chicas ya saben el funcionamiento (…) sólo se pide las llaves cancelando $2.50, ingresan a la habitación y luego ellas deben dejar limpiando la habitación y devolviéndome las llaves”.


Para Loachamín, la inclusión, sí es evidente desde el aspecto de instalaciones laborales y aunque sea obligatorio para el funcionamiento, su inversión ha representado un alto costo en instalar el botón de auxilio en cada habitación, dispensadores de preservativos, agua en todos los baños e instalaciones eléctricas funcionales; nuevas características que no se consideraban años atrás.

La Líder de esta organización, prefirió no prestar su nombre para esta investigación y se negó a dar una entrevista oficial para este medio, porque se encuentran en mesas de diálogo con el Municipio de Quito.


Sin embargo lo que ella manifestó con seguridad es el trabajo colectivo por resguardar la seguridad de cada una y obtener una mejor respuesta por quienes conviven con ellas en el sector.


En la Plaza de Santo Domingo se encuentra otro conjunto de trabajadoras sexuales: Asociación por los Derechos de las Trabajadoras Sexuales de Quito; su líder “Nelly”, canceló la entrevista pocos minutos después de que lo hiciera la líder de la Plaza de Teatro, justificando: “Si mi compañera no le dio, yo tampoco (…) luego estoy en compromisos y me puedo meter en problemas”.


La comunicación que se maneja dentro de estas organizaciones demuestra la relación y el impacto que genera laborar en un medio donde el temor está presente.


Considerando las cifras oficiales que enmarcan esta realidad, son alarmantes.


Según un estudio de la Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador, el 79% de las mujeres que se dedica a esta actividad se encuentra entre los 21 y 40 años.


Un 96% de las encuestadas es de nacionalidad ecuatoriana, el 34% tiene nivel secundario sin concluir, un 16% ha logrado concluir esta etapa, un 33% ha completado la primaria y un 14% no la pudo concluir.


La inclusión es uno los términos que más se ha discutido en los últimos años, ya sea para su ubicación, código laboral y salud. Pero lo que más se visualiza en estos sectores es una adaptación en lugar de una aceptación.


Para la mesera Patricia Ambuludi, de una heladería tradicional del Centro de Quito, la discriminación sigue vigente ya sea por los dueños de los otros locales comerciales, transeúntes y extranjeros. Aunque ella recomienda tratarlas bien, porque son seres humanos.



Estas mujeres, que son visualizadas como un objeto o una mercancía, no son personas solas; el 94% tiene hijos y de éstas, un 81% tiene a sus hijos a su cargo y son la economía principal del hogar. El 47% tiene más de 9 años en el trabajo sexual; mientras que 17% entre 1 y 2 años; y 1 de cada 10 está en el trabajo sexual entre 5 y 6 años; según registros de la RTSE (Red de Trabajadoras Sexuales del Ecuador).


Hoy en día, diferentes instituciones están buscando soluciones para este tipo de trabajos que son mencionados como una“incomodidad a la ciudadanía” como lo dice Teresa Vásquez, vocal del barrio La Loma Grande, quien concluye: “Donde hay prostitutas, hay delincuencia y droga”.


Según la Asociación Pro Defensa de la Mujer (Asoprodemu), hay en Quito de 100 a 150 casas de tolerancia, en las cuales laboran 3.400 trabajadoras sexuales y la cifra restante lo negocia a través de plataformas digitales (trabajadoras de alta categoría).


En Quito, las religiosas del Buen Pastor, ayudan a mujeres que prestan su cuerpo y lucran de él, brindándoles apoyo psicológico y capacitándolas para que puedan ser inclusivas en la sociedad.


Para Gissela, quién es una ex trabajadora social del sector 24º de Mayo, comenta que su regeneración fue una decisión muy compleja, porque la familia, sus compañeras y ella misma no pudieron creer en su cambio en varias ocasiones.





La existencia de un pasado como el de Gissela, es una puerta para que sus compañeras, puedan tener un cambio de superación. En los últimos diálogos analizó la situación y el contenido de los temas, ella se percata que entre las directivas se cuestionan temas sobre rivalidades de sectorización.


Ella recomienda, que en las mesas de diálogo deben tener un fin principal, por ejemplo: " Se debería pelear por una nueva vida y no por una calle”. Además con lágrimas en los ojos pide al Municipio la sensibilización con sus compañeras para no ser tratadas como objetos.


Gissela está orgullosa de formar parte de las estadísticas de personas inclusivas dentro de Quito y frente a la pregunta: ¿Quito es una ciudad inclusiva? , ella respondió: “Sí, lo es”.








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