Una ciudad visible
- Karina Rojas
- 5 nov 2016
- 2 Min. de lectura

QUITO, Ecuador- “Que rico que huele”- dije. “Simón, es plátano asado con queso, ¿quieres?”, me dijo mi acompañante. “De una”- le conteste, “pero bien puestito”. ¡Este es mi Quito carajo!, ciudad de higos con queso, vino hervido, canelazo calientito, y uno que otro “cholo” con su roncito en funda.
Entre la García Moreno y la Mejía me pegué el respectivo plátano asado de la doña de la esquina, mientras veía un espectáculo tradicional .
“Haga pasar, no sea malito”, grita un anciano que le acompañaba, y alrededor, en la Plaza de Santo Domingo, miles de personas acompañaban esas peticiones insoportables para poder ver la tan aclamada Fiesta de Luz.
Un aire hogareño se percibía en las cuatro esquinas de la Ronda, miles de personas apreciaron las fachadas, arte y comida típica del tal reconocido sector. “Mira, esas empanadotas”, le dijo una joven a su novio. “No son tan grandes como el amor que siento por ti”- le dijo el ridículo muchacho.
Tres noches atrás, se vivió el grandioso espectáculo que cubrió el Centro Histórico de la capital con hermosas luces y vistió de arte francesa las viejas iglesias de mi lindo quito.
Olas y olas de personas que cubrieron las calles históricas fueron partícipes de este evento que dio mucho de qué hablar.“Qué chévere ve” se escuchaba desde atrás, “Simón mijo, pasa te tomo una foto”, le contesta un joven con una cerveza en la mano.

Fue hermoso, la Iglesia de la Compañía estaba preciosa, resaltada en todo su esplendor. No había por donde pasar. “Mueve loco”, le gritaba un grupo de chicos a su amigo atrapado en la multitud.“Mijo, no me dejes”- gritaba el desesperado muchacho.
Una noche prometedora fue aquella, no solo fueron las luces, ni comida, ni canelazos. Fue una ciudad unida, una ciudad visible.
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